Tercera Edad

PARA UNA TERCERA EDAD DISFRUTABLE

La tercera edad se inicia generalmente en el entorno de los sesenta y cinco años.
Es importante, prevenir la declinación de las facultades intrínsecas del hombre, como resultado de procesos naturales y progresivos, que muy a menudo vienen con la senilidad. Hay seres privilegiados que no sienten ni sufren esa declinación, y viven muchos años en plenitud.
Hay que destacar lo importante que es para el ancestro mayor del hogar, el sostén que positivamente le brinda la familia, con cuidados, dedicación, comprensión y cariño; como asimismo, el esfuerzo puesto por el interesado en la realización de exámenes de autocrítica e introspectivo; siempre que, por su idiosincrasia, le sea posible practicar.
Se requiere, por lo tanto, el trabajo de todos para lograr cruzar con plenitud una vida provechosa, satisfactoria y sin perturbaciones, de modo que continúen los genes alerta, la dinámica celular productiva y se mantenga colmado de actividad fecunda el principio vital esencial.
Es la edad donde se vuelca la experiencia, los conocimientos adquiridos con la observación, estudio y trabajo. 
Los pensamientos positivos del anciano, su tolerancia, su comprensión, su inclinación al perdón, ganados en el laboratorio de la vida, le servirán para seguir siendo útil a sus familiares y amigos, orientándolos en el trabajo y en el estudio, entregando amor.
Así, sintiéndose necesarios y útiles, podrán hombres y mujeres de la tercera edad, pasar en forma más plácida, serena, feliz, sin tensiones ni estrés.
Para mantener la frescura espiritual, debe rechazar los pensamientos torpes, las ideas ruines, el rencor. Para ello, es recomendable efectuar lecturas agradables, estar informado de lo que ocurre a diario y realizar comentarios con familiares y compañeros, permitiendo esta actividad ejercitar la memoria y la asociación de ideas; además, debe escuchar música, leer, pintar, 
ejecutar manualidades, etc.
Si se encuentra decaído, deprimido, con pensamientos tristes, podrá practicar o intensificar su creencia religiosa en la fe, la que le servirá de asistencia espiritual, y si no tiene, se podrá buscar la ayuda de la ciencia y la razón, donde encontrará a no dudar, la causa de sus padecimientos. 
Es de desear que siempre se pueda contar con el refugio y apoyo de la familia y amigos. 
Cuando la materia humana, por razones fisiológicas y de adaptación, comienza a disminuir el volumen y achicarse cada vez más el cuerpo, es cuando necesita agrandarse en espíritu, para que la mente ilumine con más esplendor la jornada a recorrer; la que es cada vez más prolongada, gracias a los adelantos científicos y a la prevención de las enfermedades.
Los longevos poseedores de un espíritu superior y cultivado, tienen el privilegio de nuclear familias numerosas, de las que son troncos seculares, siendo su misión importante el convertirse en el eslabón de unión para mantenerlas firmes.
La alimentación equilibrada y correcta, ayuda a un bienestar agradable, lo mismo la higiene del cuerpo físico, que favorece el descanso y un sueño reparador. Para la integridad del longevo es muy recomendable caminar y hacer gimnasia controlada.
A nada debe temer el anciano y menos a la muerte. Ella es una transición de una vida a otra, mandato imperativo de Dios.
El fundamento de todo lo expuesto anteriormente, se sostiene sobre la base de la familia unida por el amor. 
Muchas veces suele ocurrir que todo lo aseverado precedentemente resulta ser una utopía. Hay cientos de personas que llegan a edad avanzada sin familiares o alejados de ellos, sin amparo, sin solvencia económica para su cuidado y sostén y sin la lucidez necesaria para su desenvolvimiento. En estos casos, se hace necesaria la protección de instituciones humanitarias de servicio o del Estado 
con hospitales diurnos, los hogares de ancianos donde los técnicos y funcionarios, esencialmente vocacionales, podrán atender al longevo con solicitud, comprensión y cariño. Cabe recalcar que, nunca estará mejor integrado como en el seno de su descendencia.
Águila 138 Dr. Romeo Hernández

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